Tal vez no vivamos tiempos tan interesantes (pensando en ecología política en la 58 edición de la Bienal de Venecia)
“Pero en los espacios de oscuridad entre las estrellas muertas, fulgurantes, había estrellas que yo no podía ver, estrellas que todavía existían y daban una luz que aún no me había llegado, estrellas, aunque vivas y luminosas, para mí sólo presentes como intersticios vacíos. Su luz llegaría un día a la Tierra, mucho después de que yo y toda mi generación y la generación siguiente se hubieran desprendido del tiempo, quizá mucho después de que la raza humana misma se hubiera extinguido. Mirar esos espacios oscuros era atisbar directamente el futuro.”
Teju Cole, Ciudad abierta, 2012.
La maldición china “May you live in interesting times” (Que vivas tiempos interesantes) es la cita elegida por Ralph Rugoff, para titular su propuesta curatorial para la 58 Bienal de Venecia. A diferencia de las “plegarias atendidas” de Santa Teresa, en las que se planteaba una relación de causalidad con nuestros deseos, la cita elegida por Rugoff se cimenta en la ambigüedad de qué, o quién, sería esa fuente de interés, lo que se enfatiza en su planteamiento al afirmar que la propuesta “nos invita a considerar puntos de vista desconocidos, y a discernir los modos en que “orden” se ha convertido en la presencia simultánea de diversos órdenes.”
Otro aspecto a destacar es que esta “maldición china” en realidad es un apócrifo construido en el imaginario imperial y colonial británico. Puede que el menor porcentaje de artistas de procedencia europea sea un guiño, aunque se podría debatir acerca de importantes matices como las áreas de desarrollo profesional de los restantes.
Estos elementos generan una vaguedad en el discurso, característica común a otras citas similares, que en esta ocasión ha sido estructurado a partir de una distribución “pseudoespecular”, entre el Arsenale y los Giardini, en una propuesta según la cual todos los artistas exponían en ambos espacios, bien con obras diferentes o de una misma serie. El comisario denominó a estas “Propuesta A” a la desplegada en la primera, la antigua fábrica de cuerdas, y “Propuesta B” en il Giardini di Castello.
Uno de los focos temáticos, tanto en la multiplicidad de “órdenes” propuestos por Rugoff como en los pabellones “nacionales”, podría dar pie a una posible narrativa en clave de “ecología política”, a través de una suerte de glosario un tanto anárquico, a pesar de todas las fricciones, fragmentaciones y ausencias que este intento pueda suponer.
Sin ánimo de excluir la polisemia de las producciones artísticas que se comentarán a continuación, en el presente texto intentaré no perder de vista la latencia de la contradicción que subyace en el hecho de hablar de problemáticas medioambientales en un evento cuya alarmante huella de carbono sería interesante cuantificar.
Venecia es uno de los lugares en los que toman una forma más visible las problemáticas que genera el turismo, un factor que, junto a las propias características urbanísticas de la ciudad y su humedad han hecho que la ciudad se vuelva inhabitable en un futuro cercano. Unos 20 millones de turistas la visitan cada año y se calcula que en torno a 2030, no quedará ningún residente en el centro histórico.
Por ello, el pabellón de Lituania, ganador del León de Oro resultó ser tan pertinente. Lina Lapelyte, Vaiva Grainyte y Rugile Bardzdziukaite, Sun & Sea (Marina), 2019,obligan al espectador a asomarse a un balcón desde el que se visualiza una playa artificial como escenario de una suerte de opereta. En ella, los veraneantes cuentan sus problemas en clave musical, desde los más mundanos hasta principalmente las catástrofes naturales y otros asuntos ecológicos que les preocupan.
Ya en tiempos de Canaletto, tras las imágenes idílicas del Gran Canal se puede encontrar un constante y masivo flujo de artistas, aristócratas e intelectuales. Lo cual revela que la condición turística de la ciudad se remonta al Renacimiento.
Junto a la idea de turismo se ubica la de vacaciones y búsqueda de paraísos de desconexión. En el Arsenale, en la instalación de Nabuqi Destination, 2018, una palmera atraviesa lo que parece ser una lona publicitaria con la impresión de una playa tropical. El choque entre la virtualidad y lo “real” nos remite rápidamente al fetichismo de las vacaciones desarrollado dentro de la llamada sociedad del ocio. Este concepto relativamente reciente fue acuñado por el economista Thorstein Veblen que en 1899 publicó el icónico libro La teoría de la clase ociosa. En él afirma que la sociedad actual no es más que una variación de la antigua vida tribal, oponiéndose así a la visión de otros economistas contemporáneos que definían el ser humano como gente racional a la busca de maximizar su placer. Veblen utilizó el término emulación para describir estas supuestas acciones de imitación a los miembros más respetados del grupo a fin de ganar más estatus.
La visión “paradisiaca” propuesta por Nabuqi se transforma con el gesto perturbador de romper la impresión con una palmera real, una “incursión” en lo real que nos acerca a aquellos discursos planteados por Slavoj Žižek en Bienvenidos al desierto de lo real. Hace ya más de una década, Žižek hacía referencia a la película El show de Truman de Peter Weir y a Time Out of Joint de Philip K. Dick, para plantear que el paraíso del consumo capitalista en su hiperrealidad, de algún modo es irreal, insustancial, privado de toda inercia material. Según el pensador esloveno, la última verdad de la desespiritualización del universo del capitalista utilitario es la desmaterialización de la propia “vida real”, su inversión en un show espectral.
La noción del paraíso como espacio de conflicto no es nueva; incluso si pensamos en el tópico literario del Locus Amoenus, ese edén idealizado retratado por autores tan diversos como Homero, Virgilio, Bocaccio o Shakespeare, que, por el contrario, mostraba su naturaleza violenta en obras como l as Metamorfosis de Ovidio o en El paraíso perdido de Milton. Milad Doueihi, en su libro Earthly Paradise. Myths and Philosophies hace un estudio de los usos del Paraíso a través de momentos clave de la filosofía occidental. Como resultado, plantea la cuestión de si realmente el paraíso es la fuente del error humano o una visión utópica de la humanidad misma.
Distopía
Los paisajes distópicos también han sido habituales en el evento. Desde el escenario industrial como telón de fondo del vídeo del pabellón albanés, al pabellón de Filipinas, un tanto efectista y no exento de cierto vértigo. Proponía éste al espectador subirse descalzo a una estructura que, gracias a un juego especular, proporcionaba una visión de un posible futuro desangelado, oscuro e inhóspito.
También con esta pátina apocalíptica y jugando con la ficción especulativa se mostraba Dinamarca con Heirloom (2018) de Larissa Sansour a través de una historia que se desarrolla en Bethelehem tiempo después de una catástrofe ecológica. En un vídeo de dos pantallas se muestra la relación entre una mujer mayor dueña de un invernadero subterráneo y su joven cuidadora. Será esta última la responsable de repoblar el planeta tras la hecatombe, en una poética oda que apela a nuestra responsabilidad individual y colectiva.
Océanos
TBA21 Academy lanza su nueva iniciativa Ocean Space, plataforma transdisciplinar cuyo programa gira en torno al estudio del océano, durante la Bienal. Ubicada en la antigua iglesia de San Lorenzo, Joan Jonas sorprendía con dibujos de enormes peces que dialogaban con vídeos sobre el océano y algunas de sus criaturas marítimas. Una suerte de oda a un paisaje marino en vías de desaparición, como el que encontrábamos en el pabellón de Francia. En este, una cuidadosa puesta en escena invita a modo de prólogo al visitante a adentrarse en un fondo del océano cubierto de restos, plásticos, botellas, animales muertos y numerosos teléfonos móviles, que va acompañado de un onírico y envolvente film en el que se pueden reconocer retazos del escenario anterior.
En el lírico film de Cyprien Gaillard Ocean II Ocean, 2019, el mar es inundado por vagones del metro de Nueva York que son lanzados al fondo del océano y cuyos interiores el artista filma bajo el agua a modo de fósiles antropogénicos.
Anicka Yi continúa su investigación de instalaciones odoríferas que combinan materiales biológicos en descomposición. A través de Biologizing the Machine (tentacular trouble), 2019 establece una conexión entre el mar y el origen de la vida humana.
Blanca de la Torre
Artículo completo en >> http://campoderelampagos.org.