Ivan Argote “derriba” en Paris el monumento de un racista y responsable de varias masacres
“Un feroz ataque de Ivan Argote a una escultura en Paris” es el título con el que presenta El Tiempo en su versión impresa la acción del artista Ivan Argote contra el monumento de Joseph Gallieni en Paris. ¿Se trató realmente de una “feroz ataque”?, ¿de simular el derribo de un monumento para convertirlo en obra de arte?, ¿de un performance que busca impacto mediático para abrir el debate sobre este monumento a un racista y asesino en pleno centro de Paris?
Aquí el texto del artista:
Imaginamos que este día llegaría, así que lo inventamos. Hace unos meses, Françoise Vergès, una reconocida militante feminista en Francia, y Pablo Pillaud-Vivien, militante y periodista, vinieron a mi taller para hablar de monumentos públicos, de acciones y de ideas. Y comenzamos una conversación sobre algo que hacer con una estatua en particular: la estatua de Joseph Gallieni, en la Place Vauban, en el centro de París.
Joseph Gallieni fue un ideólogo militar de la colonización y el trabajo forzoso, autor de varias masacres en diversas colonias de África, Asia y el Caribe al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. También fue autor del libro La política de las razas, una especie de guía sobre cómo destruir y dominar a las comunidades locales en las colonias.
No solo la estatua en sí es parte de una historia espantosa, sino que el pedestal que sostiene la imagen del Sr. Gallieni es también horrendo. Muestra a cuatro mujeres semidesnudas de cuatro razas diferentes, sosteniendo al hombre bigotudo sobre sus brazos. Supuestamente estas mujeres representan los continentes que dominó.
El mensaje es claro: un soldado poderoso y orgulloso, marchando por encima de las mujeres, por encima de las colonias, por encima de los continentes, por encima de los demás.
Sabía que este día no llegaría tan rápido como nos hubiera gustado, así que decidí inventarlo. Y así nació esta obra. Con el equipo de mi taller creamos un ambiente oficialista. Fuimos a la plaza con una hermosa grúa roja. Nos disfrazamos de trabajadores bien vestidos con trajes anaranjados y llamativos y contratamos extras que parecían ser funcionarios o políticos. Toda una parafernalia para rodear la estatua. Y derribarla. O al menos de cierta manera. Filmamos con el profesionalismo de un canal de noticias o una agencia de prensa.
El día de la grabación, nos sincronizamos tan bien como si estuviéramos haciendo una coreografía. Pusimos todo en su lugar. Las vallas, los extras y una grúa imponente dominando la plaza. Todo en un ambiente tranquilo, parco y burocrático. Trepé, até suavemente la estatua y la anclé a la grúa. Pensé que vendría la policía, pero cruzaron varias veces sin decir nada. El Museo del Ejército está justo enfrente. Y no pasó nada. Así que lo hicimos una y otra vez. Hicimos varias tomas hasta que sentimos que era suficiente. Ningún oficial nos dijo nada. Algunos pasantes preguntaban, tomaban fotos o criticaban, pero más allá de eso no hubo escándalo.
No quitamos la estatua (me sentí tentado). Unas semanas antes habíamos hecho un escaneo 3D del monumento con ayuda de un dron, luego –con este archivo–, un grupo de animadores y diseñadores de efectos especiales, Tigrelab, con sede en Barcelona, comenzamos a trabajar. Hicimos una animación sutil. Densa, realista. En el video pasa lo que no pasa en la realidad: la estatua es removida por la grúa: ¡Adiós, señor Gallieni! Con Françoise y Pablo comenzamos a pensar en cómo generar un debate público más amplio a partir de esta acción y pensamos en una fórmula de Artículo de anticipación, inspirados en la versión radiofónica de La guerra de los mundos, cuando Orson Welles convenció a sus oyentes de que los marcianos estaban invadiendo Nueva York. Pablo, que escribe en la revista Regards, se ofreció en esa línea a presentar un artículo en el que se contaba la remoción oficial de la estatua.
A las siete de la mañana del martes 20 de abril, luego de varios meses de trabajo, el video y el artículo fueron publicados en el website de la revista Regards y en sus cuentas de YouTube y Twitter. No sabíamos si pasaría desapercibido o si sería un cataclismo. Las reacciones no se hicieron esperar, muy rápido comenzó a ser compartido y comentado moderadamente, pero a las 10 de la mañana más de once mil personas habían visto el video en Twitter. Al mediodía la cuenta iba por los veinte mil. Muchas personas celebraron el gesto y decían que ojalá cambiaran otras estatuas y los nombres de algunas calles, que saliéramos a festejar. Otros, escépticos y más conservadores, criticaban. No faltaron quienes se ofuscaron, insultaron e incluso llegó a haber comentarios complotistas y racistas.
Desde varias cuentas pedían explicaciones a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y hasta al presidente Macron. Nosotros teníamos listo un segundo artículo explicando que se trataba de una ficción, con más material para hablar del tema en profundidad, estábamos esperando un buen momento para publicarlo. Yo creía que sería al día siguiente, pero no. Hacia la una de la tarde la Alcaldía del 7eme Arrondissement (la localidad 7 de París) envió a alguien a comprobar si la estatua estaba o no. Tomaron una foto de la plaza e hicieron un tuit diciendo que la estatua estaba en su lugar.
Desde la revista Regards nos pidieron que publicáramos el segundo artículo. Yo quería esperar un poco. A las tres de la tarde, ya con treinta mil visitas y comentarios en todo sentido, lo hicimos y publicamos un segundo tuit.
Algunos militantes fueron hasta la plaza a ver qué pasaba con la estatua. El miércoles publiqué en mis redes el video y asumí la obra.
El video es una respuesta a un contexto preciso, en una Francia que resiste a asumir su cultura mixta, que no logra integrar la complejidad que puso en marcha su historia colonial. El cuestionamiento sobre nuestros símbolos y el uso del espacio público también está activo en Colombia. Lo vimos con el derrumbe de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán implantada en un lugar de memoria del pueblo Misak.
Las calles, sus nombres, las plazas, sus efigies, obedecen a lógicas de poder. Con perspicacia, con ternura y un espíritu abierto, creo que es hora de que renovemos nuestros íconos, los modifiquemos, les demos nuevas lecturas. Que celebremos también otras cosas distintas a ese mundo de señores bigotudos y poderosos. Que modifiquemos la idea ingenua de guardar eternamente imágenes fijas de un pasado incomprendido. Que generemos espacios acogedores, vivos, no momificados. Al fin de cuentas, el espacio público es público y es juego.
Mi intención con Au Revoir Joseph Gallieni es crear la posibilidad de ese día que aún no llega, pero que llegará. Por eso lo considero un “video de anticipación”. Creo que en cinco, diez años, la Place Vauban tendrá algo diferente en lugar de este monumento, como dice Françoise Vergès: un jardín, un banco cómodo. Hoy queremos pensar en el día en que diremos “¡Adiós, Sr. Gallieni!”.
@ivan_argote
publicado en El Tiempo