El museo ocupado
El día 9 de mayo el presidente Duque respondió al llamado de distintos líderes religioso y los convocó a dialogar sobre la difícil situación que atraviesa el país. Para la reunión se utilizó el espacio del contra-monumento “Fragmentos”, concebido por Doris Salcedo, realizado con la colaboración de mujeres víctimas del conflicto armado y operado por el Museo Nacional.
La reunión se hizo pública a través de la cuenta de Twitter del presidente, lo cual generó varias reacciones por parte de la ciudadanía y algunos miembros del campo del arte.
No sobra resaltar que se realiza en medio de una gravísima situación social y política en la que sólo un par de museos se han manifestado en torno a los asesinatos y violaciones de derechos humanos que han tenido lugar en las últimas semanas.
En medio de este gran silencio museal, el crítico y curador mexicano Cuauhtemoc Medina publicó en su perfil de Facebook un llamado de atención sobre la forma como se utilizó este espacio y la exposición que tiene abierta al público.
En violación de las normas de conservación, el presidente de Colombia Ivan Duque ocupa para una reunión político-religiosa una sala del “antimonumento” Fragmentos del Museo Nacional de Colombia con las obras de Francis Alÿs colgadas en los muros cubiertas con papel blanco. Suy muestra “Salam Tristesse” estaba programada para acabar el 30 de mayo: aún así decidieron usar las salas, dejando que los ayudantes se recargaran en las paredes con los cuadros por demás frágiles colgados.
El espacio de Fragmentos contiene un piso que hizo Doris Salcedo con víctimas de violencia sexual, con el metal de armas que retiró la FARC. Es un espacio que debió ser para reflexionar sobre la sangrienta memoria colombiana, no para poner en práctica tácticas de control político y escenificaciones para los medios.
Todo este incidente esta precedido de la sugerencia del Museo Nacional de Colombia el pasado 5 de mayo, de que los Museos fungieran como espacios de diálogo para las comunidades en pugna. Extraña interpretación de que ocurra en salas de exhibición entre las obras.
Puedo atestiguar que el artista no fue informado y mucho menos se le solicitó permiso. Así es como los gobernantes vampirizan la cultura a todo lo largo del continente. Todo esto me convence de que, a pesar de nuestra indignación o voluntad de ayudar, las instituciones de cultura deben preservar su autonomía y distancia antes que cualquier otra cosa.
Cuauhtemoc Medina*
*publicado en su perfil de Facebook
